lunes, 21 de octubre de 2013


EL TEJIDO DE ESPERANZA
Me invita a seguir y entro a un mundo tan sencillo como es ella,  tan agradable el entorno, con un orden armonioso, premeditado y bello. Sirve una generosa taza de café de pepa que se convierte en elixir aromatizante que revive los sentidos. Ella me atiende como un antiguo amigo, actúa como si nuestros encuentros ya hubiesen sucedido, habla con claridad y confianza propia de una madre con su tierno hijo. Mientras habla teje, absorta en confusa urdimbre que toma forma de sombrero, con la habilidad de la maestría, con la rapidez que desenfoca la retina.

Su mano acaricia la fibra con la misma ternura que acaricia a su hombre. Sin preguntarlo, hace referencia de su marido para indicar instintivamente que ya tiene dueño. –“El es maravilloso, madruga siempre a su cafetal florido, con el morral a cuestas lleva un almuerzo envuelto en hojas de Biao. Y los niños  son tres mis angelitos, tres mis adoraciones. En la mañana los veo perderse en el camino, van a la escuelita rural llenitos de alegría”.

Ella está en el marco de la puerta de su nido, sentada cómoda en un banco de madera empobrecida, en el piso de piedra una totuma con agua para saciar la sed de fibra. Otros manojos de iraca cuelgan como cortina. Una gato pequeño juguetea sin preocupaciones con los hilos porque el perro duerme el sopor del medio día.
-“Tejer es ilusión pasajera, hago dos sombreros por semana” Dice mientras revisa que la trama ha quedado pulida.  _”Tejer para prolongar la tradición de mi familia. Tejo esperanza, ilusión y sosiego, con el ideal que mi sombrero un día, lo luzca un hidalgo caballero”

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