CATLEYA
La
pluma se vuelve trémula, indecisa como temiendo al verdugo con su hacha de
justicia. El espíritu se eleva a confines inesperados y la luz de la
inspiración parece extinta. La alas se niegan a desplegarse al vuelo. Todo pesa
toneladas de sosiegos. Escribir es un martirio cuando se quiere alagar a una
mujer misterio. ¿Cuántas cosas podría yo escribirle si no tuviera limitaciones
para hacerlo?. Es que cuando la mujer pisó la tierra, la vida para el hombre se
convirtió en tormento.
Escribir
es dolor y más cuando las palabras se ahogan en fosas insondables, la pluma
rasga el papel con heridas letales imprimiendo con tinta sangre lo que dicta el
sentimiento. No sé como escribirle a una diosa, no sé si seré digno de hacerlo,
si cada letra se convierte en lisonja, o por el contrario insulto, blasfemia,
atrevimiento. Del Jardín de las damiselas eres reina, floreces en exuberancia,
brillas como astro, impactas, contrastas.
Tus
cabellos se vuelven flor que se avivan al dios sol. Entre ellas salen hojas
frescas. Embotas los sentidos, conviertes la pasión en miedo, espiga desnuda es
tu cuerpo. ¡Que afortunado es aquel que vierte en ti lágrimas como riego.
Catleya,
flor del bosque, silvestre es tu cuna, verde es tu techo, estaré velando la
integridad de tu cuerpo de los entes lesivos, hasta que un día se marchite tu
color egregio. Siempre permanecerás en mí como el más grato recuerdo, siempre
oleré a ti porque te llevo adentro.
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