martes, 9 de septiembre de 2014


CATLEYA


La pluma se vuelve trémula, indecisa como temiendo al verdugo con su hacha de justicia. El espíritu se eleva a confines inesperados y la luz de la inspiración parece extinta. La alas se niegan a desplegarse al vuelo. Todo pesa toneladas de sosiegos. Escribir es un martirio cuando se quiere alagar a una mujer misterio. ¿Cuántas cosas podría yo escribirle si no tuviera limitaciones para hacerlo?. Es que cuando la mujer pisó la tierra, la vida para el hombre se convirtió en tormento.

Escribir es dolor y más cuando las palabras se ahogan en fosas insondables, la pluma rasga el papel con heridas letales imprimiendo con tinta sangre lo que dicta el sentimiento. No sé como escribirle a una diosa, no sé si seré digno de hacerlo, si cada letra se convierte en lisonja, o por el contrario insulto, blasfemia, atrevimiento. Del Jardín de las damiselas eres reina, floreces en exuberancia, brillas como astro, impactas, contrastas.

Tus cabellos se vuelven flor que se avivan al dios sol. Entre ellas salen hojas frescas. Embotas los sentidos, conviertes la pasión en miedo, espiga desnuda es tu cuerpo. ¡Que afortunado es aquel que vierte en ti lágrimas como riego.

Catleya, flor del bosque, silvestre es tu cuna, verde es tu techo, estaré velando la integridad de tu cuerpo de los entes lesivos, hasta que un día se marchite tu color egregio. Siempre permanecerás en mí como el más grato recuerdo, siempre oleré a ti porque te llevo adentro.


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