viernes, 18 de enero de 2013


Como apreciar una obra de arte

"EL CLAVILEÑO" Óleo de Carlos Osorio de la serie Homenaje al Quijote
En cualquier momento, de pronto desprevenido, se encuentra usted frente a una exposición de obras de arte, y a simple vista la encuentra contradictoria, absurda o difiere con su lógica cotidiana y más si es arte contemporáneo antiestético y deformado. Se enfrenta a extrañas formas geométricas, con empastes de cartón, con enchapes de trapos rotos, con colores hirientes de contrastes absurdos. Y después de mirar una o más obras, se irrita por las extravagancias y sandeces expuestas, da media vuelta y se va.  

O por el contrario, es tan especial lo que se está exhibiendo, que su interés se centra en admirarla con detenimiento, maravillarse del color, la forma, la composición o el mensaje. Es tal el encanto de lo que está observando que para su criterio debe considerarse una obra maestra.

Esa cualidad de percepción, tan personal, difiere en cada espectador según el concepto que se tenga del artista, el conocimiento sobre el arte y su historia, la técnica, la influencia social o cultural o económica, o en escasos momentos la intuición. En efecto, la historia de los artistas nos cuenta, en casos muy generalizados, donde los artistas han trabajado obras que en el momento de su aparición nadie las apreciaba y que hoy los particulares, los museos y coleccionistas se disputan por millonadas.

El caso de Gauguin, una obra adquirida por  un coleccionista por una cifra irrisoria en 1980 y que ahora se pago ciento veinte millones de francos en una subasta en Paris.

Casos parecidos con obras de Klim, Carrá, Morando, De Pisis, Verneer etc. Después de largos años de indiferencia. O en casos contrarios con artistas de actualidad con obras que aún no colman nuestras expectativas y no alcanzamos a entender como venden sus obras por cien mil dólares como en el caso de Botero.

Entender lo que sucede no es misión imposible, se requiere buscar la manera de apartar nuestros conceptos personales sin fundamento y sumergirnos en el denso panorama de los artistas, los movimientos pictóricos de nuestro siglo y ponernos de parte de las obras que crean los artistas. Entender el porque, el como y para qué está el artista trabajando.

En la historia del arte tienen curso muchas palabras y términos de los que poco se sabe exactamente que significa: Los Fauves, los expresionistas, el cubismo, los futuristas, la metafísica, el surrealismo, etc.

De momento, vamos a apartar el obstáculo principal que tenemos para entender el arte moderno, donde el artista se apartó de la representación de la naturaleza y de sus grandes espectáculos, del hombre y de sus intereses humanos. Hasta fines del siglo pasado el mundo cotidiano es lo que inspiraba a los artistas. En las pinturas de Monet, Renoir, Sisley, Fontanesi, fattori, se veían ríos, bosques, calles iluminadas con faroles, multitudes apiñadas, interiores de la burguesía, merienda en los parques, campos y marinas; o seas que el arte expresaba una relación integra de el hombre con la naturaleza. Y hoy ¿Qué ha sucedido? , ¿Por qué la naturaleza ya no inspira a los artistas?

Es fácil concluir que el artista abandono las imágenes familiares del mundo real y humano, se ha deshumanizado y vuelto estéril, pero la realidad es que el artista ha decidido convertir el paisaje exterior en una visión más interior, a un paisaje del alma, de cosas intuidas, pensadas o presentidas.

 El arte no se ha alejado del hombre, sino que ha penetrado en él, descubriendo la fuente de sus angustias, soledades, dolor y desesperación. Y lo han llevado a buscar nuevas imágenes que no sólo fueran realistas sino que reflejaran aquella interioridad. Una forma de lograr la libertad de expresión, a veces sin apoyo del mundo real y visible. El artista no está pintando para un público, las obras son para él, pinta para satisfacerse.

El es el artista y el cliente. Paul Klee, pintor alemán, muerto en 1940 en Suiza, expreso sintéticamente la libertad de la pintura diciendo estas palabras: “La pintura ha de ser visible lo invisible, ha de llegar hasta el corazón del mundo”.

El arte abstracto dio vida al nuevo sector de la investigación, susceptible a nuestros conocimientos y de identificar la fuerza expresiva. Claro está que esto no sucedió de forma precipitada e inconsciente, sino que refleja las condiciones de nuestra presente historia, dramática, compulsiva, rica en imágenes y se ha producido a través de un esfuerzo gradual y agitado de generaciones con trasfondo intelectual propio del mundo moderno.

A fines del siglo XIX, donde se sucede la “Belle époque” aparecieron artistas aislados que se anticiparon con audaz intuición a muchos aspectos a la evolución futura. Van Gogh (1853 _1980) revelando las primeras inquietudes de la pintura moderna y el francés Paul Gauguin  (1848 _1980) partiendo a las islas del pacífico abandonó los conceptos caducos de la vieja Europa en busca de una sensibilidad primitiva e inocente.

En una carta de 1888 a su hermano, Van Gogh escribió: “En vez de reproducir exactamente lo que tengo ante los ojos, me sirvo del color en la forma más arbitraria para expresarme con más fuerza”;  palabras que se convirtieron para los artistas europeos como el auténtico mandamiento.

Paul Gaughin, moriría en las islas de Tahití, solo y desesperado pero en adelante como el lo escribió: “La máquina ha sido puesta en marcha, y los pintores que hoy se aprovechan de esta libertad me deben algo”.

Del romanticismo se dio al gran salto basado en el predominio de la inteligencia, la racionalidad y la investigación.   Paul Cesan  y a Georges Seurat  tienden en la pintura a excluir todo aspecto caduco, momentáneo del colorido impresionista, incluyendo estilos y técnicas diferenciadoras como el puntillismo y el rallismo.
Predomina la magia de la luz y  los contrastes.

De Van Gogh y Gaugin descienden casi todos los pintores Fauves franceses y los pintores expresionistas alemanes, de Cézanne y Seurat, descienden los cubistas y otras mezclas, los futuristas y los primeros abstractos. Juntos con Toulouse- Lautrec se les considera como los profetas del arte de hoy y es obligada justicia reconocerlos como precursores. Y en efecto, surgen las nuevas generaciones Matisse y Picasso hasta nuestros días.

No importa que los artistas innovadores –Van Gogh, Gauguin, Cézanne, Seurat y Tolouse –Leutrec – se vieran relegados a la soledad y que su obra resulte incomprensible para sus contemporáneos pero es el punto de referencia para los jóvenes pintores rebeldes franceses y los movimientos expresionistas.

El observar una obra de arte, ya con un concepto claro y definido, nos va a dar a entender con otro criterio que las obras de arte tienen, además de su contenido, una larga historia implícita, llenas de motivos que nos aclaran el porque ese artista se expresa de esa manera. Mientras el mundo ruede, los artistas seguirán haciendo sus creaciones y los verdaderos genios de la pintura siempre serán la referencia obligada.

El artista dejara de ser ese ser incomprendido y las miradas que cautiven sus obras sabrán interpretarlas con un criterio mas profundo y llenas de razones concretas.

 Apreciar una obra de arte, implica entonces un conocimiento somero de historia del arte y entender las cualidades técnicas, creativas, estilísticas, de dibujo y  compositivas inherentes al artista y su obra.

¿Para donde va el arte actual?. Quizá la ruta ya esté trazada por los artistas de hoy, incomprendidos, rechazados, olvidados, relegados e ignorados que han puesto su obra para que un espectador desprevenido o el crítico mordaz le dé la espalda.

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