CAMINO Y LETRAS
Todos
los caminos conducen a Guatapé, así parece ser, así es.
Al
pueblo de Guatapé llegan los caminantes con sus pies de tierra, con sus
palabras que anhelan ser montañas encumbradas y ocultas entre motas blancas.
Palabras de tinta con sabor a sal, sudor del cuerpo y lágrimas de felicidad.
Caminantes que se funden en las selvas silenciosas, en caminos que son
cicatrices profundas a causa de las heridas que indígenas, arrieros, colonos y
viajeros profirieran con su constancia, escisiones milenarias.
Caminantes
que dialogan con las hojas secas, el pantano húmedo, las rocas sempiternas, las
flores silvestres, los frutos maduros, el aire puro, la tranquera; el
campesino. Preguntan por la historia de los caminos tratando de descubrir sus
secretos, pasos de otros caminantes, puntos de partida y de llegada. Investigan
para atrapar sus memorias en una única imagen del tiempo y ser parte de ellas
para así fundirse, mimetizarse e involucrarse. Paisaje que persigue con ansias
el caminante ofreciéndose a él, pretendiendo ser parte de él, buscando
desaparecer o fundirse si es posible.
Guatapé
ahora es sinónimo de camino vigente, su historia la forja el caminante de
otrora y el de ahora. Guatapé surgió a la vera del camino de juntas que es hoy
autopista de caminantes que vienen de otros lares buscando sus esencias.
Aventureros que se adentran en las selvas húmedas para sacias todas sus
emociones, héroes que se enfrentan a las montañas para conquistar sus cimas, o
de ingenuos que llegan con la creencia de encontrar un camino con símiles
citadinos.
Caminos
que se leen en textos impresos en la roca, historias que invitan a ser
auscultadas en profundos socavones, erosiones a causa del casco de las mulas
que se entierran con fuerza en la tez del monte, músculos tensos de hombres y
bestias, cargas que laceran la espalda, que tallan hasta destrozar la piel y
descubrir la carne, sudor que es sangre, mirada que se opaca con el sopor del
medio día, esperanza de llegar y ansias por emprender el camino desconocido, es
vicio y deseo,
amor
y odio, temor y osadía, sentimientos encontrados que se conjugan en el camino.
En
Guatapé los caminos se vuelven historia y anécdota que se relee cada semana
cuando caminantes ansiosos se encuentran con sus ilusiones en el parque, ellos
son fáciles de identificar porque tienen espíritu propio, llevan un morral
pequeño donde caben todos sus alucines y otros energizantes; llevan ropas
anchas que liberan el cuerpo y sus movimientos, botas con garras para adherirse
al camino, gorras de tela suave para mantener lúcido el cerebro, pañoleta de
lana para secar el sudor y las lágrimas. Un recipiente para llevar agua que
revitaliza y un bastón como soporte cuando las fuerzas flaquean o para apoyar
en él el cansancio simulado.
La
mirada del caminante está siempre fija en el horizonte buscando su meta, es
escudriñadora del paisaje, intensa en el bosque, diáfana en la pradera, aguda
en la oscuridad, aguosa en la fuente. Cuando hablas con un caminante él es
intrigante porque quiere descubrir los secretos del camino que su interlocutor
lleva. En el pasaje él no es amigo, es hermano con la mano extendida, orienta y
aconseja, guía y te lleva como ángel guardián, es parte y comparte, sufre y se
alegra. En cada uno de sus viajes está el constante dialogo con la soledad que
camina al lado del mundo en movimiento, de lejanías y acercamientos. Y cuando
lo escribe, narra testimonios con una conjunción profunda entre su ser y el
camino.
Fueron
muchos los caminantes que han pasado por Guatepé y han dejado huella eterna,
letras en piedra, textos indelebles que hoy se leen, pisadas de antaño que hoy
se sienten. Dejaron escrituras que tienen esa lentitud del gozo y la paciencia
del que se dedicó a escribir lo que la naturaleza da. Huellas que se siguen con
lecturas que van tras los pasos que una vez fueron marcados por otros
caminantes. Montañas que se inclinan ante las letras, crónicas que nos
maravillan, evidencias que nos ilustran historias, épocas camineras y
manifestaciones calladas de descubrimientos. Caminantes que se supieron ser
parte de la cordillera al descubrirla eternamente iluminada, abrazada por la
etérea nube blanca y enmarcada por su cielo azul.
Caminantes.
Guatapé es camino que inspira, ruta obligada, punto de partida, sitio de
llegada.
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