lunes, 22 de abril de 2013


EL ZÓCALO DE GUATAPE, ARTE PÚBLICO
“La escultura no puede ser por más tiempo un objeto colocado en un espacio público; en su lugar, el espacio público se ha convertido en el sujeto, de este modo, todo el entorno forma parte integral de una intención artística.

Los monumentos encierran el espíritu de un recuerdo, son piezas de arte que traen a la mente el pasado o refrescan la vigencia de un acontecimiento. Obras conmemorativas que se encuentran en un espacio público no solo para embellecer sino que robustecen la memoria colectiva, son pausas obligadas a la reflexión que representan una importante colección de patrimonio de todos los ciudadanos.

Si buscamos en el diccionario el término arte público encontraremos una definición vaga e imprecisa, quizá porque el concepto se ha generalizado a intervenciones artísticas donde el grafiti lleva la primacía, pero generalizando la definición, son trabajos de arte en cualquier medio, ejecutados con una intención específica de localización o para el dominio público, generalmente exterior y accesible a todos, como el grafiti, que con su versatilidad motiva a tratar temas sociales, políticos o decorativos, es una experiencia visual con un conjunto de condiciones que no se observan explícitamente, aplicado con espray, plantillas y brochados, con mensajes que para su interpretación requiere de conocimiento, psicología de la comunicación y la inclusión de un lenguaje heteróclito.

El arte público abusivo y descoordinado riñe con la armonía, se convierte en contaminación visual, pasa desapercibido por el transeúnte, la conglomeración de grafitis con su tipografía rebuscada, coloridos arrítmicos, técnicas casuales, locaciones insólitas, clandestinas e inapropiadas, mimetizados en espacios de apariencia rustica, o de manera irrespetuosa e irreverente en edificios de construcciones significativas, pretendiendo más irritar que impactar, impronta casual y no concertada, arte impuesto a un público impróvido, así es el grafiti clandestino. Aspecto bastante diferente es el arte público pensado, planeado y diseñado para el goce y disfrute de un público aludido, del visitante a la ciudad, del pueblo, de la comarca. Es el arte con valor intrínseco de calidad artística, con cualidades especiales de ejecución y montaje, pensado inteligentemente para integrarse a un ambiente específico, para actuar e interactuar con el público, el de motivar a una reflexión, una indagación histórica o simplemente decorar, embellecer o lucir.

El arte público es el llamado para intervenir las plazas, calles, parques… con objetos de naturaleza creativa, nos referimos a esculturas, murales e intervenciones diseñadas especialmente para interactuar, confundirse, mimetizarse y ser parte activa de una comunidad; es arte para mayorías, lo puede realizar artistas, artesanos, admite un origen interdisciplinar plural en que toman parte arquitectos, ingenieros, urbanistas, paisajistas, jardineros etc.

En la década de los 80´s y comienzos de los 90´s el arte público comienza a categorizarse a través de formulaciones críticas, obras insertas en un emplazamiento social con gran contenido humano, es reclamando como un arte comprometido con los lugares sobre bases de particularidad humana, su contenido social y cultural, con dimensiones prácticas, sociales, psicológicas, económicas, turísticas, etc. Donde el artista se comporta como experimentador, informador, analista o activista. El arte se aparta un poco de los museos y galerías, las esculturas olvidan los pedestales para involucrarse con su público y se suceden creaciones que invitan al contacto, el artista plástico afianza su poder creativo de comunicación y concepto en medios innovadores a través de gran variedad de soportes como vallas, octavillas, rótulos, anuncios de prensa; así como también performances, murales, monumentos, esculturas… con la intencionalidad de fijar la atención de los ciudadanos en denuncias por discriminaciones de raza, sexo, clase social, ideologías políticas, inconformismo, protesta etc. O de afianzar conceptos de identidad, idiosincrasia, religión, historia y patrimonio.

El arte público está obligado a dialogar con su instalación en cuanto el espacio físico, sociocultural y cívico, es democrático cuando se requiera de una aceptación generalizada; es la comunidad la legitimada para decidir que arte instalar y en qué espacio público, de establecer la posibilidad de una imagen colectiva, deseada, soñada o presentida.

El arte público inteligente, planeado, ordenado, ornamental; influencia el aspecto arquitectónico, vivencial y armónico de un sitio, una plaza, un parque, a toda la comunidad. El caso de Guatapé, “El pueblo de los zócalos”, es un claro ejemplo de una intervención artística con tradición, colorido, novedad, intervención, orden, lógica, historia,  planeación y concertación, que ratifica como el arte público ha logrado darle identidad gráfica a un pueblo. Dichas intervenciones gozan de la aceptación y admiración de propios y visitantes, donde los zócalos se convierten en un recorrido artístico como un museo vivo. Una gran campaña de años de tradición y arraigo hacen que los zócalos sea patrimonio tangible. Intervenciones artísticas y concertadas realizadas con entusiasmo y compromiso comunitario que conlleva a una intervención avanzada, pensada en el futuro cercano, en el turismo de a pie, en el registro fotográfico, en un guión museográfico, en un ornato adicional de calles empedradas o adoquinadas, jardines, faroles, fachadas de colores vivaces, techos de tejas coloniales, y espacios que evocan fantasía, arte, historia, tradición y heredad.

Arribar a Guatapé es integrarse a un pueblo con magia, enmarcado por un cielo puro, diáfano, siempre azul profundo, primaveral. Con calles de antaño que te transportan al pretérito, una iglesia colonial refulgente de blancura como faro luminoso que ilumina a los fieles devotos exaltando la religiosidad de parroquianos, la devoción y la fe. El parque central es amplio, multifuncional, con una fuente refrescante que lanza al aire macropartículas acuosas que impregnan el ambiente de frescura vivificante, el parque y su jardín acoge a la familia, al amigo a los amantes y al visitante, en un abrazo extendido de amenidad. Guatapé tiene un malecón que es vía obligada del turista, marca el límite entre un pueblo encendido por el sol de oriente y las apacibles aguas de una represa donairosa. Un pueblo que acoge al visitante con los brazos abiertos y el corazón sincero, que lo despide cuando se va dejándole en el equipaje una carga ponderada de recuerdos; queda al partir de Guatapé una sensación agradable de paz interior, un deseo perenne de volver y admirar las coloridas postales de su casas, paisajes, zócalos y represa que se imprimieron en los recuerdos, en la retina, en la mente y en el corazón.

Los zócalos son obras maestras que ha transformado al pueblo en una gran galería de arte, recorrer sus sendas es impregnar el alma de colores vibrantes, es leer una historia de un pueblo que surgió de una fonda caminera, de arrieros traga montañas,  de hercúleos cargueros y de empedernidos caminantes. Es sentir un cúmulo de sensaciones coloridas que se adhirieron a la piel de un muro para transformarlo y protegerlo. Los zócalos son también el contexto de un pueblo bicentenario que ha ratificado el sentido de pertenencia de sus gentes. Es imán que embelesa y enamora.

Guatapé debe todo este concepto de identidad e idiosincrasia a un héroe, todo este asombroso resultado reposa sobre los hombros de un ilustre personaje de aire campesino, conocedor profundo de los quehaceres cotidianos, albañil por tradición, artista del momento, artesano de profesión, recursivo, creativo, innovador, romántico, bohemio y soñador; en fin, es el artífice de que Guatapé tenga el reconocido mote de “El Pueblo de los Zócalos”, Él le ha transformado la base de las paredes en una barrera protectora de las inclemencias llenas de gracia y color; vivifico los frontis de las casas tradicionales, las nuevas construcciones, edificaciones públicas y privadas, a todo un pueblo con su encanto.

Él es el Zocalero, tan autóctono como el mismo guatapense, quien con sus manos de prodigio y su empeño inquebrantable elevó al pueblo al reconocimiento mundial de comarca pintoresca, hermosa y altiva. Él con su don de gentes, amable, atento y servicial logró sacarle al visitante una exclamación de asombro, quien con su trabajo humilde, comprometido y perseverante logró un sueño. Él con los más sencillos instrumentos, con la pasión con la que se debe tomar toda empresa y con la satisfacción de realizar la misión encomendada, de cumplir con su designio y a su gente, es héroe, artista y artesano, como se quiera llamar, sinónimo de pujanza, visionario de un mañana, hermano del alma, al fin y al cabo, guatapense de pura cepa.

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