SU MAJESTAD EL
ÁRBOL.
“Altivo e imponente extiende sus brazos al sol buscando esa
conexión cósmica de energía, vida y eternidad”
¿De dónde
vinimos?, ¿Cuándo surgió la primera chispa de vida?, son estas entre muchas las
preguntas que nos hacemos constantemente cuando nos referimos al origen del
universo y de la vida, preguntas difícil de responder cuando desconocemos los
adelantos científicos, razón por la cual la creación se le atribuye a acciones
divinas, pero ahora la ciencia dicta nuevas e inquietantes realidades.
Nuestra tierra se
calcula en miles de millones de años y tomó más de cuatro mil millones de años
para formar el árbol, en la cadena de las especies del universo es la más
antiguo ser viviente, escultura natural perfecta que se erige al sol heredando
de las cianobacterias el poder de transformar la energía del sol en alimento,
crece buscando la luz y deposita al
suelo hojas que se descomponen formando esa capa vegetal tan rica en
nutrientes, las bacterias actúan transformando el suelo en humus. La tierra es
un milagro, el origen de la vida aún es un misterio y el árbol es el equilibrio
perfecto entre los animales y la vegetación, el uno depende del otro en una
simbiosis perfecta de equilibrio. En la cadena de la vida cada especie tiene un
papel a desempeñar, cada una tiene su lugar y una razón de existir y la
relación directa con el árbol. Es él responsable de que exista el oxigeno en la
tierra ya que durante toda su existencia ha transformado el carbono tóxico en
el vital oxígeno.
La tierra vivió en
equilibrio, el animal y el vegetal en simbiosis perfecta, hasta que apareciste
tú, si el “Homo Sapiens”, para disfrutar de la herencia que se forjó en miles
de millones de años, te fuiste apoderando de todos los espacios, de las mejores
tierras, de las fuentes de agua, en un principio recolector salvaje de frutos
por más de ciento ochenta mil años. Después, tan solo hace diez mil años al agotarse los recursos
fáciles vio en la necesidad de acudir a la agricultura, nuestra primera gran revolución
y busca en el animal la fuerza que le negó la naturaleza y descubre nuevos
territorios, funda ciudades, modifica las especie vegetales y se tecnifica con
riegos y deforesta los campos.
Ya no es
suficiente la producción manual, la demanda exige una fuente de energía
superior y es cuando el hombre escudriña las entrañas de la tierra para extraer
el carbón, el gas y el petróleo que también son de origen vegetal, energía
vital pura, y el hombre se libera del tiempo y el esfuerzo, descubre un confort
que nunca se había imaginado, esto hace apenas cincuenta años, y ha modificado
la tierra de forma radical, todo se acelera, las ciudades se llenan de
habitantes que construyen rascacielos, y los campos se tornan estériles e
improductivos, sin árboles, de las siete mil millones de personas que existen
en el mundo más de la mitad vive en las ciudades y las emigraciones del campo a
las metrópolis se acelera cada día, los campos se ven en la necesidad de ser
más productivos, se acude a los abonos,
fertilizantes y pesticidas para acelerar las cosechas, mas del setenta por
ciento del agua disponible se usa en la agricultura, el aire se torna infecto,
el agua se contamina, la capa vegetal se agota y vuelve el carbono a fundirse
en el aire y todo va retrocediendo a sus comienzos.
El árbol
agonizante, se aferra a las áridas tierras buscando nutrientes donde no lo hay y
solo como un espectro se encuentra en paraje desértico, ya es incapaz de
transformar tanto carbono en oxigeno y la tierra va perdiendo su tono verde fresco
para tornarse en marrón moribundo, el árbol, el ultimo árbol de la tierra, se
dobla agonizante extendiendo sus brazos al sol con la intención de capturar
inútilmente una pizca de su energía vital, pero es tan densa la atmosfera
cargada de pestilencia que impide que un rayo de sol la penetre.
Despierta “Homo
Sapiens” esta es una pesadilla que puede terminar, aún hay prados y selvas; el
aire fresco se respira en abundancia, la tierra es productiva y generosa, el
delicado equilibrio no se ha roto, el agua fresca mitiga nuestra sed, el aroma
de las flores nos embriaga, y el majestuoso árbol sigue en pie adorando al sol,
su sombra nos cobija y protege, el paraíso existe, sólo si tienes que tomar la
imperiosa iniciativa de sembrar un árbol y verlo crecer en el patio de tu casa.
Carlos Osorio
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