lunes, 30 de septiembre de 2013


Un artista…
Un ser de presencia metafísica… aquel que no vasta con serlo, ni decirlo, ni pensarlo.   Aquel señalado por quienes lo rodean como artista, a quien una especie de orden divino lo tocó para hacer realidad la creación y las razones que la influyen. Son formadores de opinión, creadores de la fantasía,  plasman las realidades de los sueños.  Una vez que el individuo logra ejercer arte, aunque de un modo mínimo, se deberá a la sociedad, pasara de vago a bohemio, de haragán a pensador, de perezoso a soñador y de inadaptado a crítico rebelde.
Un artista es una persona que construyen su propio mito. Está inmerso en todo sitio donde se respira arte. Alguien que desfila entre exposiciones ajenas. Que vive las 24 horas respondiendo a toda inquisición. Que está dedicado a darse satisfacciones que se convierten en asombro para los semejantes. Aquel que ha vivido una niñez triste, una adolescencia taciturna, momentos de depresión, desengaños, y hasta algún intento de suicidio para que al fin, fortalecido su espíritu, sea espadachín precoz ante las intemperancias de la vida.
Es un hombre llamado a sentir hambre, decidido a hacerse al mundo con una fortuna debajo el brazo acompasado con el ruido en su vientre y una manta roída, atada a la rama de un árbol seco como único techo.
Es un hombre que llama a las musas, busca influencias, se aparta de las realidades… está siempre inmerso en la música para habilitar los sentidos, del teatro para interpretar la vida, del vino para embriagarse de ilusiones, mientras el mundo gira con sus malevolencias.  Y en medio de las convulsiones fatídicas surge el artista queriendo cambiar el mundo con denuncias, mientras los injustos lo consumen en pedazos.
Un artista es alguien con carisma, glamour y actitud. Es un coleccionista de cosas inútiles a las que les da vida. Devorador de películas viejas, de películas nuevas, música, libros, pinturas, fotografías y poemas. De sueños imposibles, conversaciones deleitables, arquitecturas absurdas, puentes delebles, señales de tránsito, árboles decadentes, nubes grises, luces sin sombras. De todas aquellas cosas que le hablen directamente al alma.
El artista busca inspiración en el escritor, en otros artistas, en activistas, filósofos, en gente del común. A ellos les roba la escancia y la transforma en obra. De ellos aprende la selección natural y la evolución de la especie, la razón de ser y de estar. Roba lo más genial de los artistas muertos y aprende de ellos sus planes de trabajo, su innegable legado.
Un artista es un faro de la libertad, una persona capaz de convertir la insignificancia en un objeto mágico.  La desventura, la imbecilidad y la basura en un manto luminoso. Es quien padece día y noche de una enfermedad delirante.  Es quien saborea el futuro incierto, huele la inmensidad, Palpa la soledad. Mira, mira y mira mientras el mundo se enceguece de ambición.
Un artista es quien escucha el canto del viento, el sollozo del manantial, el grito del sol, el silencio de la luna.  Es quien desafía  a la razón, a la época, a la muerte. Es quien acaricia a la mujer como si fuera lienzo o pincel, palpa sus formas como si fuera escultura y se adentran en ellas como si fuera espíritu.
Un artista es quien acaricia armas como si fueran tubos de colores, los tubos de colores como si fueran aves multicolores, Pinta un basural como si fuera un cielo estrellado. Vive como un príncipe siendo un plebeyo, Se juega la vida en cada pincelada mientras cubre su cabeza de azul ultramar.  Es quien se juzga ante un lienzo en blanco para mancharlo de pecados luminosos. Es quien escogió una profesión suicida,  porque es difícil vivir del arte, y fácil morir de hambre.
Un artista es un ser que decidió tomar un camino que lo conduce a ninguna parte, a un caminar interminable por el sendero de lo eterno y que siempre tiene la ilusión de llegar al horizonte esquivo del universo.

Att. CARLOS OSORIO

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