martes, 9 de septiembre de 2014


EL CAMINANTE

Caminante. Dialogas con las hojas secas, el pantano húmedo, las rocas sempiternas, las flores silvestres, los frutos maduros, el aire puro, la tranquera; el campesino. Preguntas por la historia de los caminos tratando de descubrir sus secretos, pasos de otros caminantes, puntos de partida y de llegada. Investigas para atrapar sus memorias en una única imagen del tiempo y ser parte de ellas para así fundirse, mimetizarse e involucrarse. Paisaje que persigues con ansias pretendiendo ser parte de él, buscando desaparecer o fundirse si es posible.

Caminos que se leen en textos impresos en la roca, historias que invitan a ser auscultadas en profundos socavones, erosiones a causa del casco de las mulas que se entierran con fuerza en la tez del monte, músculos tensos de hombres y bestias, cargas que laceran la espalda, que tallan hasta destrozar la piel y descubrir la carne, sudor que es sangre, mirada que se opaca con el sopor del medio día, esperanza de llegar y ansias por emprender el camino desconocido, es vicio y deseo, amor y odio, temor y osadía, sentimientos encontrados que se conjugan en el camino.

La mirada del caminante está siempre fija en el horizonte buscando su meta, es escudriñadora del paisaje, intensa en el bosque, diáfana en la pradera, aguda en la oscuridad, aguosa en la fuente. Cuando hablas con un caminante él es intrigante porque quiere descubrir los secretos del camino que su interlocutor lleva. En el pasaje él no es amigo, es hermano con la mano extendida, orienta y aconseja, guía y te lleva como ángel guardián, es parte y comparte, sufre y se alegra. En cada uno de sus viajes está el constante dialogo con la soledad que camina al lado del mundo en movimiento, de lejanías y acercamientos. Y cuando lo escribe, narra testimonios con una conjunción profunda entre su ser y el camino.


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